Con el paso del tiempo, los tres primeros meses, para ser más
puntuales, todo comienza a verse más claro en la relación entre el
recién nacido y sus padres, se va ganando un orden que al principio
parecía perdido. En esta regulación es necesario empezar a incluir
rutinas y pausas de crianza que son fundamentales porque garantizan, en
gran medida, la armonía, el equilibrio y la disciplina en la
cotidianidad del hogar.
Según asegura Beatriz Collantes, psicóloga de Ciepse EE.UU. (Centro
de Investigación y Evaluación Psicológica Educativa), las rutinas hacen
parte de un principio de organización mental de esquemas que permiten
que el niño entienda y aprenda que existe un momento y un espacio para
cumplir determinada conducta, como por ejemplo comer, dormir, bañarse o
lavarse los dientes.
Es en los primeros años de vida donde se tiene mayor receptividad y
se da un aprendizaje duradero, por esto la importancia de enseñarles a
través de actos repetitivos y constantes. “Mediante las rutinas
interiorizan tareas elementales y también complejas. Aprenden a guardar
sus juguetes después de haberse divertido con ellos, a tocar
instrumentos, a practicar deportes e incluso a predecir lo que va a
suceder luego de determinada situación, es decir, a relacionar una
acción con su consecuencia”, dice María Martínez, psicóloga clínica.
En otras palabras, las rutinas son una forma de enseñarle a un niño,
joven y más adelante adulto, cuáles son sus derechos y sus deberes, a
respetar los límites, a contar con la seguridad necesaria para obtener
de manera responsable lo que desea, a ser disciplinado, organizado y a
vivir sanamente en una sociedad.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que todas las personas tienen
unos rasgos temperamentales que los identifican y que reflejan la forma
en la que pueden llegar a reaccionar con respecto a una situación
determinada. Dicho lo anterior, es importante que los padres
identifiquen cuál es el tipo de carácter de sus hijos y cuál será
entonces la mejor manera de aplicar dichas rutinas y pautas educativas.
“A algunos les parece divertido lo que han hecho por lo que disfrutan
poniéndolo en práctica y logran aprenderlo más rápido. Otros, en cambio,
rechazan de inmediato la actividad porque no se sienten cómodos con
esta y, por lo tanto, necesitarán de más paciencia, constancia y
persistencia para lograr que la asimilen y la lleven a cabo de forma
automática”, comenta María Fernanda Hurtado, psicóloga y directora de
vivirlafamilia.com.
Lo importante, sea cual sea el caso, es hacer de todas las rutinas
(de alimentación, descanso, higiene, juego y tareas propias de la vida
escolar) rituales amorosos y divertidos y no obligaciones impuestas.
Todas necesitan ser ejemplares y coherentes, todas deben llevarse a cabo
con la misma constancia e intensidad para que puedan ser interiorizadas
exitosamente.
Rutinas de oro
Alimentación:
Esta rutina, generalmente, inicia cuando el bebé empieza a descubrir
nuevos sabores y consistencias. Aunque para algunos esta etapa resulta
sencilla y divertida, para otros es bastante compleja y molesta, por lo
que, en primera instancia, los padres deberán tener mucha paciencia y
dedicación para lograr que esta actividad se convierta en algo
placentero.
“No es conveniente hacer de la hora de la comida una
batalla, es necesario darles tiempo para que se habitúen, comprender sus
respuestas de saciedad, gusto o disgusto; ser constantes con las horas y
el lugar en el que se come, explicarles por qué se deben alimentar, y
ser creativos para estimular su apetito, por ejemplo, sirviendo los
alimentos en tazones de colores o haciendo divertidas figuras con ellos
al momento de ponerlos en el plato”, argumenta la psicóloga Viviana
Obando.
No cometa estos errores
• Evite utilizar espacios distintos al comedor para
que el niño realice esta actividad. Él debe asociar este lugar con
alimentación.
• No lo entretenga con juguetes, objetos o el televisor. Él debe ser consciente de la acción que está realizando.
• No use la comida como calmante o entretención.
• No la use tampoco como premio o castigo.
• No varíe las horas en las que le da de comer.
Trate de ser constante en los tiempos. La doctora Hurtado recalca que
“el horario de las comidas es de vital importancia, porque organiza los
procesos biológicos en todo lo relacionado con el sistema
gastrointestinal y nutricional, esto sin contar con los positivos
aportes que se dan sobre el vínculo familiar cuando todos los miembros
del hogar se disponen a compartir este momento”.
Descanso:
Descansar es vital a nivel cognitivo. El número de horas de sueño
está directamente relacionado con el desempeño académico, la capacidad
de concentración y de resolución de problemas, entre otras cosas.
¿Cómo lograr que duerman el tiempo suficiente?
El pequeño debe aprender a reconocer que su cuna o cama es sinónimo
de reposo. Para lograrlo, asegura la especialista Collantes, es
necesario hacer de este momento un ritual especial. “La noche debe
convertirse en señal de descanso, por lo que el ritmo de la vida, a esa
hora, debe ser más pausado, el tono de la voz más bajo y las luces de la
casa más escasas. Luego, un baño de agua tibia, por ejemplo, podría
resultar muy relajante; después un masaje con aceite; ropa cómoda; un
mimo de ‘buenas noches’ y la arrulladora voz de mamá o papá susurrando
una melodía de cuna o quizá algún relato llevarán al infante a dormir
plácidamente”.
No cometa estos errores
• Evite acostarlo en lugares diferentes a su cuna o cama. Él debe familiarizarse con estos para lograr dormir tranquilamente.
• No lo duerma mientras realiza otras actividades,
no encienda el televisor para ‘arrullarlo’, dedíquese a brindarle un
ambiente apto para conciliar el sueño y establézcalo como un rito.
• Sea constante con los horarios destinados para realizar esta actividad.
• Si luego de haberse dormido se despierta,
acompáñelo sin sacarlo de su cuna o cama y por ningún motivo lo lleve a
su habitación.
Higiene y orden:
Los hábitos de aseo garantizan la salud de los seres humanos, mejoran
la apariencia personal y, a su vez, permiten tener una mejor recepción
dentro de una comunidad. Es posible que en algunos casos resulten
aburridas para el menor, razón por la que será responsabilidad de los
padres hacer de ellas actividades divertidas, a continuación le damos
algunas ideas:
- Cree una historia o canción relacionada con el tema, en el que un
personaje pasa diversas dificultades por no ser aseado y organizado.
Descríbale cómo quien, por ejemplo, no se lava los dientes padece
terribles dolores en estos por causa de las caries, o cómo alguien
pierde su juguete favorito debido al desorden.
- Realice juegos de roles. Convierta a su hijo en un gran estilista y
permita que él le lave su pelo y le realice peinados. Otra forma de
poner en práctica los buenos hábitos de limpieza es aseando y
reinventando por completo un lugar que él o ella habite de manera
permanente; también puede realizar un relajante baño de burbujas e
indicarle cómo debe bañarse.
- Cada vez que se bañe, lave los dientes, tienda la cama y recoja el
desorden, invítelo a participar. A los niños les encanta imitar lo que
otros hacen y este tipo de cosas no son la excepción. En general, todas
las rutinas necesitan los mismos ingredientes para que sean efectivas:
coherencia entre lo que se dice y se hace, ejemplo por parte de los
adultos que rodean al infante, paciencia porque cada niño tiene su
propio ritmo y, por último, creatividad para lograr que interioricen las
acciones sin inconvenientes.
- Cree un cuadro grande y ubíquelo en un lugar visible. Puede hacer
uno semanal para no saturarlo con varias acciones. Ejemplo: "La semana
de los dientes limpios". Cada vez que él cumpla esta tarea, se pondrá
una carita feliz y, además, tendrá una recompensa. De lo contrario,
habrá una carita triste, pero no un castigo.
Por Pamela Rueda C. / Especial para 'ABC del Bebé'
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